El auge de la investigación en el gigante asiático tiene pendientes a Europa y EE UU - Más que la fuga de cerebros, lo que importa es su circulación
Si el crecimiento arrollador de la economía china tiene pendiente a todo el planeta, con mucho de asombro y no poco de temor, igualmente lanzada, o más, va su ciencia. Los expertos no le quitan ojo a la trayectoria espectacular del gigante asiático en I+D en los últimos años. China tiene ya tantos científicos como la Unión Europea o como Estados Unidos, casi un millón y medio, y sus ambiciones son espectaculares, pese a que no faltan problemas, como bajos salarios, instituciones rígidas o, al hablar de transferencia de tecnología, un difícil sistema de protección de la propiedad intelectual.
"Invertimos ahora un 1,5% del producto interior bruto en I+D y nuestro plan es alcanzar el 2,5% en 2020", destaca Cao Jianlin, viceministro de Ciencia y Tecnología chino. Para valorar la magnitud de estas ambiciones baste recordar que con el 1,5% del PIB, China ya supera a España (1,3%) y se acerca a la media de la UE (1,9%), aunque queda aún lejos de Estados Unidos, con el 2,6%. Hablar en este caso de país emergente, empieza a ser irreal.
La imagen de la masiva producción barata, estándares limitados de calidad, imagen y poco valor añadido que ahora se tiene de ese país, puede quedarse anticuada pronto si el actual esfuerzo da los frutos que los dirigentes de Pekín esperan.
"China es muy rica en recursos humanos", añade Cao. "Actualmente trabajan en entornos relacionados con I+D unos 40 millones de personas y el crecimiento anual es de dos millones". Salud, medio ambiente, energía, agricultura, oceanografía, nanotecnología, información y comunicación, transporte, nuevas tecnologías y ciencias básicas en general son sus áreas prioritarias. No hay que olvidar el espacio, con China como tercer país (tras EE UU y Rusia) capaz de poner en órbita a sus taikonautas con sus propios cohetes, pero esta es otra cuestión: el espacio se desarrolla en el estricto ámbito militar y sólo se toca de puntillas en el civil.
Con este escenario expansivo en un país de tal envergadura, no es de extrañar que los países desarrollados no solo estén muy pendientes de la China científica y tecnológica, sino que busquen y desarrollen escenarios de cooperación.
La Comisión Europea está estrechando lazos con la ciencia y la ingeniería del gigante asiático con diferentes actividades, desde acoger a los científicos chinos en su Programa Marco (el principal programa comunitario de I+D) hasta intercambiar investigadores en proyectos conjuntos. Recientemente, la Comisión Europea y China han celebrado una semana dedicada la ciencia común en Shanghai, en marco de la Exposición Universal, con participación de medio millar de científicos de los dos lados. Más de 30 proyectos científicos y tecnológicos fueron presentados y discutidos en las sesiones por los expertos europeos y chinos. El abanico de temáticas se extendió desde la biomedicina o la energía, hasta el agua y la planificación sostenible de la ciudad.
"China es un objetivo estratégico de la UE en ciencia y tecnología", declara José Manuel Silva director general de I+D de la Comisión Europea, quien recuerda que la investigación y la innovación "son absolutamente centrales en la recuperación económica europea tras la crisis global".
Pekín, por su parte, reconoce que necesita colaborar con potencias como Estados Unidos y Europa, además de Canadá o Japón. Han Jianguo, director de la Fundación Nacional de Ciencias Naturales, explicó en el encuentro: "Nuestra institución mantiene acuerdos de trabajo conjunto con 68 agencias de 36 países, con un total de 29.000 proyectos de cooperación".
La nueva potencia asiática se va haciendo notar en todos los ámbitos. El 7º Programa Marco (2007-2013) de la UE, que moviliza 54.000 millones de euros y que es la principal fuente de financiación de la I+D comunitaria (aunque solo supone el 5% de la inversión de la UE, correspondiendo el resto a los programas nacionales), admite propuestas de equipos científicos extracomunitarios, explicó en Shanghai Jean Michel Baer, director de Ciencia, Economía y Sociedad de la Comisión Europea. Pues bien, solo en los tres primeros años se recibieron 900 propuestas de investigadores chinos para colaborar en el 7º Programa Marco y, tras las rigurosas evaluaciones, se seleccionaron 152 (centradas en tecnologías de la comunicación y la información, medio ambiente, alimentos, transporte y salud), con una financiación total de 28 millones de euros (dos tercios son financiados por la UE y un tercio por China), explica Baer.
El país asiático se ha convertido ya en el tercer socio por volumen de proyectos de colaboración en el Programa Marco, tras EE UU y Rusia. En perspectiva, según Baer, "está la puesta en marcha de proyectos de colaboración de China y Europa como socios igualitarios".
La crisis económica mundial no ha perdonado al ambicioso plan de I+D de Pekín y este año el incremento de la inversión ha sido solo del 8%, frente a un 30% en 2009 y un 27% en 2008. Mientras tanto, los países desarrollados que lideran hasta ahora el mundo de la ciencia y la tecnología han tenido que contentarse con crecimientos modestos o afrontar, como es el caso de España, dolorosas reducciones presupuestarias.
La Academia de Ciencias China lanzó el año pasado una hoja de ruta con 18 áreas (incluyendo agricultura, ecología, salud, energía y oceanografía) consideradas clave para preparar "una revolución tecnológica e industrial".
Es lógico que el espectacular despertar chino en ciencia y tecnología no esté exento de dificultades y algunos cuellos de botella. Los científicos chinos, por ejemplo, son los peor pagados entre las potencias asiáticas emergentes, señalaba recientemente la revista Nature.
Otro problema que puede manifestarse en el futuro es la gran concentración geográfica del esfuerzo científico y tecnológico, con sus repercusiones industriales. Esto responde, en la actual fase de crecimiento acelerado, a una optimización de recursos, pero que a la larga puede dejar en herencia unas desigualdades notables en el extensísimo territorio del país. Oficialmente se ha definido 56 polos de alta tecnología, señala Cao, pero la I+D está concentrada en unas cuantas ciudades: Pekín, Shanghai, Guangzho, Shenshen, Guangdon, Nanjin, Wuhan y poco más. Una docena de universidades en todo el país concentran el I+D de alto nivel.
La presencia masiva de estudiantes y jóvenes científicos chinos en países desarrollados (EE UU, sobre todo) debe ser temida como fuga de cerebros, pero a medida que el gigante asiático crece empieza a atraer hacia casa a especialistas bien formados en el extranjero. Ante esta realidad, ya se habla en algunos países, y China lo prefiere, de circulación de cerebros, más que de captación y fuga.
Es el caso, por ejemplo, de Wang Jun, un genetista doctorado en la Universidad de Pekín en 2002 y premiado por el Ministerio de Educación de su país, que, tras una estancia de formación altamente productiva en Dinamarca, ha pasado a dirigir un grupo de 100 investigadores dedicado a la genómica e informática en su país. También es el director del prestigioso Instituto de Genómica de Pekín.
En el encuentro de Shanghai, Wang, presentó trabajos de su instituto en el genoma del cerdo, en estudios de metagenómica y microorganismos del aparato digestivo, de variabilidad del genoma del arroz y del gusano de seda, así como de los mecanismos de procesos de domesticación a nivel molecular, un elenco que nada tiene que envidiar a potentes institutos de investigación de países desarrollados.
Aún así, el rígido sistema chino adolece aún de impulso y oportunidades favorables para los jóvenes investigadores. "Este es el mayor problema que el sistema de ciencia y tecnología chino afronta", avisó el matemático y profesor de Harvard Shing-Tung Yau.
Otra pega que se puede encontrar el sistema chino de I+D obedece a la potencial inadecuación de las instituciones de política científica, por lo que los expertos advierten que el país debería emprender una reforma profunda que ponga a punto los organismos adecuados de gestión Por ejemplo, un sistema eficaz de evaluación de proyectos y resultados para distribuir adecuadamente la financiación.
La escasa transparencia en este caso y la concentración de decisiones en unos pocos organismos, o incluso personas, no es la vía más eficaz, en comparación con la estructura, de corte anglosajón, pero extendido a todos los sistemas científicos desarrollados, incluido el español, de evaluación entre pares de proyectos y resultados. Y cuanto más transparente e independiente sea el sistema, mejor.
Si la UE, como declara Silva, ha asociado recuperación a la economía del conocimiento y está decidida a "situar la investigación y la innovación en centro de todas las políticas europeas", China coincide en la estrategia: "Hacemos mucho énfasis en el desarrollo y la innovación", defiende Han. Su número de patentes crece a buen ritmo: en 2007 se presentaron 153.000 solicitudes, frente a 122.518 el año anterior, según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
Ahora bien, a la hora de combinar este ímpetu con la colaboración en I+D industrial y la transferencia de tecnologías, los expertos destacan lo difícil que resulta para los occidentales desenvolverse en el complejo sistema de patentes y protección de la propiedad intelectual del país asiático.
De momento, China ha pasado de 3,1% del volumen total mundial de publicaciones científicas en 1998 al 10,6% una década después. Su irrupción en el panorama internacional ha redistribuido la tarta de la ciencia mundial que hasta hace no mucho era exclusiva de los países consolidados en I+D. Japón ha pasado del 7% de la producción científica mundial al 5% en 10 años; la UE ha bajado del 32% al 29% y EE UU, del 27,4% al 20%. La pujante China se ha hecho hueco en la cantidad de producción científica, pero todavía tiene que superar el reto de la calidad, notablemente inferior a su potencial. Tras el impetuoso crecimiento de la ciencia, cuando China dé la patada en la calidad, se hará oír muy fuerte, vaticinan los especialistas.
Si el crecimiento arrollador de la economía china tiene pendiente a todo el planeta, con mucho de asombro y no poco de temor, igualmente lanzada, o más, va su ciencia. Los expertos no le quitan ojo a la trayectoria espectacular del gigante asiático en I+D en los últimos años. China tiene ya tantos científicos como la Unión Europea o como Estados Unidos, casi un millón y medio, y sus ambiciones son espectaculares, pese a que no faltan problemas, como bajos salarios, instituciones rígidas o, al hablar de transferencia de tecnología, un difícil sistema de protección de la propiedad intelectual.
"Invertimos ahora un 1,5% del producto interior bruto en I+D y nuestro plan es alcanzar el 2,5% en 2020", destaca Cao Jianlin, viceministro de Ciencia y Tecnología chino. Para valorar la magnitud de estas ambiciones baste recordar que con el 1,5% del PIB, China ya supera a España (1,3%) y se acerca a la media de la UE (1,9%), aunque queda aún lejos de Estados Unidos, con el 2,6%. Hablar en este caso de país emergente, empieza a ser irreal.
La imagen de la masiva producción barata, estándares limitados de calidad, imagen y poco valor añadido que ahora se tiene de ese país, puede quedarse anticuada pronto si el actual esfuerzo da los frutos que los dirigentes de Pekín esperan.
"China es muy rica en recursos humanos", añade Cao. "Actualmente trabajan en entornos relacionados con I+D unos 40 millones de personas y el crecimiento anual es de dos millones". Salud, medio ambiente, energía, agricultura, oceanografía, nanotecnología, información y comunicación, transporte, nuevas tecnologías y ciencias básicas en general son sus áreas prioritarias. No hay que olvidar el espacio, con China como tercer país (tras EE UU y Rusia) capaz de poner en órbita a sus taikonautas con sus propios cohetes, pero esta es otra cuestión: el espacio se desarrolla en el estricto ámbito militar y sólo se toca de puntillas en el civil.
Con este escenario expansivo en un país de tal envergadura, no es de extrañar que los países desarrollados no solo estén muy pendientes de la China científica y tecnológica, sino que busquen y desarrollen escenarios de cooperación.
La Comisión Europea está estrechando lazos con la ciencia y la ingeniería del gigante asiático con diferentes actividades, desde acoger a los científicos chinos en su Programa Marco (el principal programa comunitario de I+D) hasta intercambiar investigadores en proyectos conjuntos. Recientemente, la Comisión Europea y China han celebrado una semana dedicada la ciencia común en Shanghai, en marco de la Exposición Universal, con participación de medio millar de científicos de los dos lados. Más de 30 proyectos científicos y tecnológicos fueron presentados y discutidos en las sesiones por los expertos europeos y chinos. El abanico de temáticas se extendió desde la biomedicina o la energía, hasta el agua y la planificación sostenible de la ciudad.
"China es un objetivo estratégico de la UE en ciencia y tecnología", declara José Manuel Silva director general de I+D de la Comisión Europea, quien recuerda que la investigación y la innovación "son absolutamente centrales en la recuperación económica europea tras la crisis global".
Pekín, por su parte, reconoce que necesita colaborar con potencias como Estados Unidos y Europa, además de Canadá o Japón. Han Jianguo, director de la Fundación Nacional de Ciencias Naturales, explicó en el encuentro: "Nuestra institución mantiene acuerdos de trabajo conjunto con 68 agencias de 36 países, con un total de 29.000 proyectos de cooperación".
La nueva potencia asiática se va haciendo notar en todos los ámbitos. El 7º Programa Marco (2007-2013) de la UE, que moviliza 54.000 millones de euros y que es la principal fuente de financiación de la I+D comunitaria (aunque solo supone el 5% de la inversión de la UE, correspondiendo el resto a los programas nacionales), admite propuestas de equipos científicos extracomunitarios, explicó en Shanghai Jean Michel Baer, director de Ciencia, Economía y Sociedad de la Comisión Europea. Pues bien, solo en los tres primeros años se recibieron 900 propuestas de investigadores chinos para colaborar en el 7º Programa Marco y, tras las rigurosas evaluaciones, se seleccionaron 152 (centradas en tecnologías de la comunicación y la información, medio ambiente, alimentos, transporte y salud), con una financiación total de 28 millones de euros (dos tercios son financiados por la UE y un tercio por China), explica Baer.
El país asiático se ha convertido ya en el tercer socio por volumen de proyectos de colaboración en el Programa Marco, tras EE UU y Rusia. En perspectiva, según Baer, "está la puesta en marcha de proyectos de colaboración de China y Europa como socios igualitarios".
La crisis económica mundial no ha perdonado al ambicioso plan de I+D de Pekín y este año el incremento de la inversión ha sido solo del 8%, frente a un 30% en 2009 y un 27% en 2008. Mientras tanto, los países desarrollados que lideran hasta ahora el mundo de la ciencia y la tecnología han tenido que contentarse con crecimientos modestos o afrontar, como es el caso de España, dolorosas reducciones presupuestarias.
La Academia de Ciencias China lanzó el año pasado una hoja de ruta con 18 áreas (incluyendo agricultura, ecología, salud, energía y oceanografía) consideradas clave para preparar "una revolución tecnológica e industrial".
Es lógico que el espectacular despertar chino en ciencia y tecnología no esté exento de dificultades y algunos cuellos de botella. Los científicos chinos, por ejemplo, son los peor pagados entre las potencias asiáticas emergentes, señalaba recientemente la revista Nature.
Otro problema que puede manifestarse en el futuro es la gran concentración geográfica del esfuerzo científico y tecnológico, con sus repercusiones industriales. Esto responde, en la actual fase de crecimiento acelerado, a una optimización de recursos, pero que a la larga puede dejar en herencia unas desigualdades notables en el extensísimo territorio del país. Oficialmente se ha definido 56 polos de alta tecnología, señala Cao, pero la I+D está concentrada en unas cuantas ciudades: Pekín, Shanghai, Guangzho, Shenshen, Guangdon, Nanjin, Wuhan y poco más. Una docena de universidades en todo el país concentran el I+D de alto nivel.
La presencia masiva de estudiantes y jóvenes científicos chinos en países desarrollados (EE UU, sobre todo) debe ser temida como fuga de cerebros, pero a medida que el gigante asiático crece empieza a atraer hacia casa a especialistas bien formados en el extranjero. Ante esta realidad, ya se habla en algunos países, y China lo prefiere, de circulación de cerebros, más que de captación y fuga.
Es el caso, por ejemplo, de Wang Jun, un genetista doctorado en la Universidad de Pekín en 2002 y premiado por el Ministerio de Educación de su país, que, tras una estancia de formación altamente productiva en Dinamarca, ha pasado a dirigir un grupo de 100 investigadores dedicado a la genómica e informática en su país. También es el director del prestigioso Instituto de Genómica de Pekín.
En el encuentro de Shanghai, Wang, presentó trabajos de su instituto en el genoma del cerdo, en estudios de metagenómica y microorganismos del aparato digestivo, de variabilidad del genoma del arroz y del gusano de seda, así como de los mecanismos de procesos de domesticación a nivel molecular, un elenco que nada tiene que envidiar a potentes institutos de investigación de países desarrollados.
Aún así, el rígido sistema chino adolece aún de impulso y oportunidades favorables para los jóvenes investigadores. "Este es el mayor problema que el sistema de ciencia y tecnología chino afronta", avisó el matemático y profesor de Harvard Shing-Tung Yau.
Otra pega que se puede encontrar el sistema chino de I+D obedece a la potencial inadecuación de las instituciones de política científica, por lo que los expertos advierten que el país debería emprender una reforma profunda que ponga a punto los organismos adecuados de gestión Por ejemplo, un sistema eficaz de evaluación de proyectos y resultados para distribuir adecuadamente la financiación.
La escasa transparencia en este caso y la concentración de decisiones en unos pocos organismos, o incluso personas, no es la vía más eficaz, en comparación con la estructura, de corte anglosajón, pero extendido a todos los sistemas científicos desarrollados, incluido el español, de evaluación entre pares de proyectos y resultados. Y cuanto más transparente e independiente sea el sistema, mejor.
Si la UE, como declara Silva, ha asociado recuperación a la economía del conocimiento y está decidida a "situar la investigación y la innovación en centro de todas las políticas europeas", China coincide en la estrategia: "Hacemos mucho énfasis en el desarrollo y la innovación", defiende Han. Su número de patentes crece a buen ritmo: en 2007 se presentaron 153.000 solicitudes, frente a 122.518 el año anterior, según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
Ahora bien, a la hora de combinar este ímpetu con la colaboración en I+D industrial y la transferencia de tecnologías, los expertos destacan lo difícil que resulta para los occidentales desenvolverse en el complejo sistema de patentes y protección de la propiedad intelectual del país asiático.
De momento, China ha pasado de 3,1% del volumen total mundial de publicaciones científicas en 1998 al 10,6% una década después. Su irrupción en el panorama internacional ha redistribuido la tarta de la ciencia mundial que hasta hace no mucho era exclusiva de los países consolidados en I+D. Japón ha pasado del 7% de la producción científica mundial al 5% en 10 años; la UE ha bajado del 32% al 29% y EE UU, del 27,4% al 20%. La pujante China se ha hecho hueco en la cantidad de producción científica, pero todavía tiene que superar el reto de la calidad, notablemente inferior a su potencial. Tras el impetuoso crecimiento de la ciencia, cuando China dé la patada en la calidad, se hará oír muy fuerte, vaticinan los especialistas.
Fuente: http://www.elpais.com
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